12 septiembre 2007

Desvelos

Anoche no conseguía dormir. Cogí por la mitad una película de Rohmer y la dejé al rato, angustiado por la suerte de los personajes. Manoseé más que leí un par de novelas de la biblioteca a las que no termino de engancharme. Atraqué la nevera, me sentí culpable, volví a atracar la nevera.

Vi de nuevo en el ordenador la primera parte del mastodóntico documental sobre los años mozos de Dylan, empecé a descargar mentalmente discografías completas de viejas glorias folk de los cincuenta. Apagué la luz, imaginé derechas y reveses en un partido de tenis eterno (las ovejas me ponen nervioso). Encendí la luz.

Me puse a hojear la sección de postres de un libro de cocina italiana. No hallé nada de interés, pero hacia las cuatro y cuarto de la mañana me dormí al fin, imaginando un semifreddo de queso con peras confitadas y pimienta verde aromática. Tal vez algún día será el digno colofón a esos gnocchi de patata con ragout de conejo y negras aceitunas que sueño con volver a saborear, cocinados esta vez por mi propia mano.


Pero eso, amigos, será después.


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