26 septiembre 2008

Il verme nel suo guscio

A la misma hora en que escibo estas lineas debería estar caminando sudoroso por una avenida valenciana, de vuelta a la vieja rutina de las entrevistas con desconocidos, la búsqueda de un hogar provisional, el principio de curso. El mundo real, sin embargo, raramente se estructura conforme a nuestros deseos, a nuestras expectativas. Era previsible que al asomar la cabeza empezasen a llover hostias, tras un año o más al reparo engañoso del caparazón.

Así me veo en algunos momentos de inoperante lucidez: un insecto encogido en su caparazón, il verme nel suo guscio. Encogiéndose cada vez más, volviéndose siempre más pequeño, renunciando al alimento y a la luz. Esperando hacerse notar, caprichoso, por el vacio creciente creado a su alrededor. Ignorante de que el vacío es sólo vacío; el silencio sólo silencio; la apatía, apatía.


Hace tiempo que pasé mi fiebre por El Bosco. Periodos de lectura obsesiva, de viajes para ver obras, de intentos por encontrar en las telas o en los libros respuestas a una fascinación que no conseguía estructurar ni definir. Ya entonces me había fijado, de entre todo el catalogo genial y monstruoso de El jardín de las delicias, en el hombrecillo escondido en el interior de una concha en la parte inferior del cuadro. Así veía yo al personaje: escondido. Discrepando de la interpretación clásica según la cual el hombre se vería atrapado por una símbolo zoomorfico del pecado y la lujuria, me parecía un ser temeroso que, sobrepasado por el ajetreo del mundo, optaba por el refugio y la inacción.

Desde que tengo memoria he funcionado así: incapaz de mantener una velocidad y un rumbo constante, obsesivo en el empeño, pero también en el abandono. Quiero pensar que aún puedo actuar de ese modo: arrancar de repente, volver a aprovechar el tiempo, reencontrar un sentido o, al menos, un principio de movimiento. Que estos días sean el comienzo de una inercia, no el último estertor del pequeño gusano en su concha.

24 septiembre 2008

Una de miedo

Mi madre lo clavó este mediodía, mientras el benemérito farfullaba algo acerca del inalienable derecho del ser humano a objetar y la falta de conciencia de la juventud: "Qué rabia da que se le note el acento gallego".

23 septiembre 2008

Cerca del cielo (I)

Hace un par de semanas, un jurado formado de supuestas personalidades deportivas otorgaba a Rafa Nadal el Premio Príncipe de Asturias de los Deportes. Los encargados de conceder el galardón se habían caracterizado ya en precedentes ediciones por el tono populista y chauvinista de sus decisiones. No era de extrañar, por tanto, que el tenista mallorquín superase a mitos en activo como Michael Phelps, que la selección española de fútbol se encontrase entre los finalistas, o que deportistas y personalidades históricas, así como practicantes de especialidades minoritarias, se hayasen prácticamente ausentes de las candidaturas. No que el premio a Nadal resultase más extravagante que el concedido años atrás al ojito derecho de Asturias; un oportuno premio a Roger Federer el próximo año solucionará la injusticia histórica como sucedió ya entonces. Ya puestos, reconozcamos que los méritos contraídos por el balear, la excelencia competitiva demostrada a lo largo del año y su irreprochable actitud lo hacen digno aunque precipitado vencedor.

Resulta, sin embargo, que entre tanto ídolo de masas y triunfador olímpico se había colado este año entre las finalistas una candidatura colectiva particularmente rara y hermosa. Quince alpinistas de diversas nacionalidades aspiraban, propuestos por el Gobierno navarro, a obtener el otrora prestigioso galardón. Sus méritos no eran tanto competitivos como humanos; solidarios, sí, pero también deportivos, en una acepción amplia y alta que el jurado no supo apreciar. Los quince candidatos, miembros de esa especie extravagante, desquiciada, vagamente suicida que es el alpinista, se conocían apenas.


Alguna charla en inglés macarrónico en un campo base sudamericano, supongo; o un gesto con la mano al cruzarse a cien metros de una cumbre en el Himalaya, unos con la felicidad cansada del recién coronado, otros con la urgencia de hacer cumbre para retornar a la relativa seguridad del campo base. Sus vidas, sin embargo, confluyeron decisivamente durante los cinco días que Iñaki Ochoa, un montañero navarro, agonizó en la cumbre del Anapurna.

Ochoa cayó inconsciente en la tienda de campaña el lunes 18 de Mayo, poco después de haber renunciado a hacer cumbre por problemas de congelaciones en las manos. Con graves lesiones cerebrales y pulmonares, permaneció durante cinco noches a 7400 metros de altura, donde no llegan los helicópteros, aislado tras una cresta, sin comida, oxígeno ni medicamentos. A su lado un montañero rumano, Horia Colibasanu, compañero de cordada, que durante ese tiempo trató de sostenerlo con infusiones y hielo derretido. Mientras tanto, montañeros suizos partían con medicamentos desde el campo base, en condiciones metereológias pésimas y mal equipados. Otros alpinistas, coordinados desde Navarra gracias a un teléfono satelital de la ONU, se organizaban para hacer llegar oxígeno a Ochoa y facilitar las tareas de rescate.


A pesar de ello, cinco días más tarde de su desvanecimiento, un día después de que Colibasanu se viese obligado a descender con un principio de edema, y cuatro horas antes de que un kazajo llegase con oxígeno hasta la tienda, Ochoa moría en brazos del suizo Ueli Steck. Su cuerpo fue abandonado en el Annapurna, por deseo de su familia, y para evitar poner en riesgo la vida de más montañeros. La historia de sus últimos días es, sin embargo, una historia hermosa, y podéis leerla, en las palabras de Horia Colibasanu, aquí.

12 septiembre 2008

Apunte

"No acierto a ver qué ventaja evolutiva nos proporciona esta combinación: la combinación de insuficiencia de compresión intelectual y conciencia de que la compresión es insuficiente.

Eugène Marais, perteneciente a la primera generación que absorvió plenamente la teroría del darwinismo, se preguntaba en qué dirección evolutiva podría estar él mismo, apuntando si no podría ser un caso de mutación que no iba a prosperar y, en consecuencia, en este sentido podría estar condenado a la extinción. De hecho, las personas como Marais se preguntaban si el segmento de humanidad que ellas representaban, caracterizado por un desarrollo excesivo del intelecto, no sería un experimento evolutivo condenado, que trazaba una ruta que el conjunto de la humanidad no podía seguir y no seguiría. Así, su respuesta al interrogante planteado era que un aparato intelectual marcado por un conocimiento consciente de su insuficiencia es una aberración evolutiva.
"

J. M. Coetzee. Diario de un mal año.


05 septiembre 2008

Payaso triste, payaso alegre: Herman Düne

Nuestro plan maestro para reflotar este blog se apoyaba en esa conexión Herman Düne/The Wave Pictures que nos está regalando las mejores canciones pop de la década, y debía empezar con un post sobre el estupendo y raro disco de versiones de los primeros por parte de los segundos. Seguiría un profuso especial sobre el nuevo/último/primer LP de los Wave Pictures, y enlazaríamos, casi sin respirar, con un especial sobre los fantabulosos Herman Düne. Para entonces ya nos habríamos hecho con un hueco en el ciberespacio y con una nutrida legión de fieles lectores, de modo que podríamos abandonar este modesto plural mayestático y volver a escribir posts ampulosos e innecesarios con periodicidad trimestral.

Pero, ay!, el nuevo disco de Herman Düne circula ya por los vericuetos del ciberespacio, y el cuerpo nos pide comenzar nuestro diabólico plan por el final. Next Year in Zion se llama la nueva criatura, que escucho por segunda vez mientras escribo estas líneas. Así, a bote pronto, parece que los hermanos (definitivamente sin André) han vuelto a dar en el blanco: la riqueza y variedad casi barroca de Giant, con sus arreglos de inspiración inesperadamente soul, sus percusiones bizarras y sus perennes coros femeninos, conjugada con la urgencia compositiva, despreocupada y certera, de sus trabajos anteriores.

Las canciones de Herman Düne transpiran curiosidad e inteligencia. Su ironía es siempre cálida y afectuosa: ya sea a la hora de revisar las estructuras del pop añejo, del folk indie más desprejuiciado, del rock de (múltiples y diversas) raíces, ya sea en la escritura de esas letras que deambulan de lo confesional a lo humorístico, de la ternura al absurdo. De orígenes suecos, pasado americano, residencia francesa y espíritu nómada, su inglés es internacional, sus historias tan universales como personales e inconfundibles: pocos como ellos consiguen hacer reír a carjadas con una trágica canción de desamor, dejar un regusto agridulce tras una soleada gema pop.



Quede claro que este post no nos exime de las anunciadas entregas sobre los Wave Pictures y su conexión con nuestros amigos. Es más, en previsión de un futuro post ex profeso para Not on Top, el mejor disco de Herman Düne y una de las cumbres del pop destartalado de este milenio, nos limitamos a dejarles enlaces al inminente nuevo disco y al anterior. Peticiones de otros albums serán satisfechas con la acostumbrada prontitud.


Giant.


Next Year in Zion.




Herman Dune