25 febrero 2009

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Mi gato y yo, que amamos el sol de invierno, somos perezosos.

21 febrero 2009

Ferpecto

Ssssstupendo, oigan, sssstupendo. Ahora sí que puedo irme tranquilamente de parranda el 1-M: tengo el día libre.

20 febrero 2009

El humor

"En ciertos momentos de silencio interior, en que nuestra alma se desnuda de todas las ficciones habituales, y nuestros ojos se vuelven más agudos y penetrantes, nos vemos a nosotros mismos en la vida, y a la vida en sí misma, casi con desnudez árida, inquietante. Nos sentimos asaltados por una impresión extraña, como si en un relámpago se nos revelase una realidad diversa de aquella que percibimos normalmente, una realidad que vive más allá de la vista humana, fuera de las formas de la razón humana.

Lucidísimamente entonces, el conjunto de la existencia cotidiana, suspendida casi en el vacío de nuestro silencio interior, nos parece carente de sentido, carente de objetivo. Y aquella realidad diversa nos parece horrenda en su crudeza impasible y misteriosa, ya que todas nuestras habituales relaciones ficticias de sentimientos e imágenes se han escindido y disgregado en ella. El vacío interno se extiende, sobrepasa los límites de nuestro propio cuerpo, se convierte en vacío a nuestro alrededor, un vacío extraño, como una pausa del tiempo y de la vida, como si nuestro silencio interior se hundiese en los abismos del misterio."
Luigi Pirandello. L'umorismo.



Karl Schmidt-Rottluff. Portrait of Emy, 1919.

17 febrero 2009

El gato

"La filosofía no tiene en cuenta a este espíritu; y, sin embargo, tan seguro estoy de que mi alma existe como de que la perversidad es uno de los impulsos primordiales del corazón humano, una de las facultades primarias indivisibles, uno de esos sentimientos que dirigen el carácter del hombre."
El gato negro. Edgar Allan Poe.

"Cuando odiamos a un hombre, odiamos en su imagen algo que se encuentra en nosotros mismos."
Damian. Herman Hesse.


Un gato maúlla afuera. Lleva semanas en el gran patio de luces de mi edificio; nunca lo he visto, pero oigo de cuando en vez su lamento espantoso. Su aullido parece provenir de una garganta humana, de la garganta de un hombre, en cualquier caso, que haya conocido el dolor, el frío, la desesperación, el hambre, los efectos terribles de la soledad.

Mi primer impulso es ignorar los lamentos desquiciados que se cuelan por mi ventana. Como no lo consigo pienso en lanzar algo de comida, pero sé que únicamente conseguiría atarlo más a ese lugar en el que evidentemente no consigue valerse por sí mismo. Qué sucedería cuando me ausentase durante días, semanas, para siempre?

Entonces deseo simplemente que se vaya, que desaparezca de la forma más discreta posible. Debería quizás deducirse de ello que no deseo sino su muerte y su silencio. Odio a ese animal que perturba mi vida con su dolor? Odio el sonido desgarrador que me inquieta, me entristece, hace mis noches más amargas? Odio acaso las formas oscuras que toma el eco de su queja en mi interior, los recodos angulosos y olvidados de mi ser en que rebota su aullido?

16 febrero 2009

La carrera de Q.

Mis informadores me contaron que cuando el pelotón giró para afrontar la segunda mitad del recorrido, Q. encabezaba la prueba, con unos buenos tres o cuatro metros de ventaja respecto a sus competidores. Los ojos en blanco, la mirada perdida, los miembros desmadejados, el ritmo keniata, la zancada voraz. A lo lejos avistaba ya la meta, y con ella la gloria.

Entonces comenzaron las protestas de los rivales:

- "Va dopado", gritaba uno.

- "No tiene dorsal", decía otro.

- "Huele a alcohol", denunciaba un tercero.

Q. dudaba. El animal competitivo que lleva dentro le pedía a gritos una victoria aplastante, una exhibición pública. Su alma de zíngaro y tahur le obligaba a considerar la situación desde otro punto de vista. Un enorme castillo de naipes, de engaños y mentiras, podía derrumbarse por un exceso de entusiasmo.

Lentamente, con mal disimulada contrariedad, Q. se dejo superar por sus perseguidores. Entró en meta en una posición discreta, confundido con el grueso del pelotón. Mientras se dirigía hacia su coche, Q. cruzó la mirada con uno de los corredores que minutos atrás gritaban de rabia a su espalda, a la postre el vencedor de la carrera, que le dirigió una mueca de triunfo y de desprecio.

Q. le miró de arriba a abajo, carraspeó y escupió ostentosamente en el suelo, muy cerca de sus pies. Sin preocuparse por su reacción, Q. subió a su coche y se marchó de allí.







Gracias, Q.!

13 febrero 2009

Viva Velázquez!

















El Niño de Vallecas. Velazquez. 1642-45.


















Mexican dwarf in his hotel room. Diane Arbus. 1970.





















Jean Baptiste Faure como Hamlet. Edouard Manet. 1877.






















Pablo de Valladolid. Velázquez. 1633.





















Las meninas. Velázquez. 1656.




















Fuori l'autore. Giulio Paolini. 1991.

12 febrero 2009

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Si David-Ivar Herman Düne no existiese, habría que inventarlo.


11 febrero 2009

Poe

" - (...) Por cierto que es un asunto muy sencillo y no dudo que podremos resolverlo perfectamente bien por nuestra cuenta, de todos modos pensé que a Dupin le gustaría conocer los detalles, puesto que es un caso muy raro.

- Sencillo y raro - dijo Dupin.

- Justamente. Pero tampoco es completamente eso. A decir verdad, todos estamos bastante confundidos, ya que la cosa es sencillísima y, sin embargo, nos deja perplejos.

- Quizá lo que los induce a error sea precisamente la sencillez del asunto - observó mi amigo.

- ¡Qué absurdos dice usted! - repuso el prefecto, riendo a carcajadas.

- Quizá el misterio es un poco demasiado sencillo - dijo Dupin.

- ¡Oh, Dios mío! ¿Cómo se le puede ocurrir semejante idea?

- Un poco demasiado evidente.

- Ja, ja! ¡oh, oh! - reía el prefecto, divertido hasta más no poder-. Dupin, usted acabará por hacerme morir de risa."

Edgar Allan Poe. La carta robada. (Traducción de Julio Cortázar)

10 febrero 2009

El día antes y el día después

Los días después de la fecha de entrega del periódico todo comienza de nuevo. Cojo hojas en blanco y trazo planes, ordeno papeles y distribuyo tareas. Despejo la mesa de trabajo de porquería acumulada durante los días de angustia, y hago lo mismo con el escritorio del mac. Cada clinc metálico con que la papelera acoge un archivo ya inútil libera un nudo de tensión en mi cuerpo; cada centímetro de mesa libre es una pequeña victoria frente al caos.

Aunque mi jefe se empeñó en alterar un día en principio apacible, el cielo transmitía hoy serenidad (me dicen sin embargo que negros nubarrones amenzaban afuera; que llovió, incluso, a ratos; que no era sino por contraste con la de ayer que la jornada parecía serena).

Cabalgo a lomos del desconcierto, el entusiasmo y el stress. Mañana parto hacia la capital del reino, donde me esperan días absurdos: exposiciones, ferias, trabajo a distancia, conciertos, conversaciones telefónicas, hipótesis imposibles sobre los metros de tela negra necesarios para oscurecer el mundo.

Les mantendré informados.



James Nizam. Dwelling Series #1

09 febrero 2009

Los 10+1 más mejores discos del 2007: caramba [y fin]

Llegamos (por fin: uno no es periodisto musical y se le acaban los adjetivos) a la conclusión de esta serie de posts. Nos vamos a ahorrar las reflexiones finales y la moraleja, suponiéndo que las hubiere. Se trata de música, al fin y al cabo; de la que nos gustaba ayer, la que nos gusta hoy y la que, quizás, nos gustará mañana. De los discos favoritos de hace un año algunos se han caído por puro agotamiento tras repetidas escuchas; otros porque un año después su discurso parece perder espesor y coherencia; otros, simplemente, porque no cabían. Con la noble intención de continuar dentro de 365 días este ejercicio inútil y onanista, dejo aquí constancia (boutade incluída) de cuales son, a día de hoy, mis muy discutibles 10+1 más mejores discos del 2008. Si pinchan sobre el nombre del disco pueden descargárselo de forma completamente (suponemos) ilegal, y así el año próximo debatimos.

The Wave Pictures - Instant Coffee Baby
Beach House - Devotion
Bon Iver - For Emma, Forever Ago
No Age - Nouns
Vampire Weekend - Vampire Weekend
The Dodos - Visiter
Mount Eeerie & Julie Doiron - Lost Wisdom
Arborea - Arborea
Klaus&Kinski – Tu hoguera está ardiendo
Destroyer - Trouble in Dreams
Times New Viking - Rip it off

Por el momento les dejo con el que, a estas alturas ya deberían intuirlo, es mi más preferido disco del 2007.

El más mejor disco del 2007 [hoy]

Eef Barzelay – Eef Barzelay

Descubrí el disco homónimo de Eef Barzelay (no se trata en realidad su debut en solitario, sino el segundo album tras la disolución temporal de Clem Snide) a las pocas semanas de haberse editado, pero tardó meses en convertirse en una presencia casi obsesiva en mi vida. A primera vista, el disco tenía un par de escollos que había que solventar para poder apreciar la obra en su totalidad. El primer escollo se titulaba Could be worse, y abría el album en clave rock con un riff arrollador y unos versos iniciales literalmente incendiarios: “Show me the bright side / and I'll look until my eyes catch fire”. El segundo escollo era también el segundo corte del disco, The Girls don't care, una pieza de elegante y agridulce perfección: desencantada, hiriente ironía, estribillo irresistible.

Me pareció durante cierto tiempo que este arranque avasallador agotaba el discurso del album. La enorme capacidad de Eef como compositor e intérprete daba lugar a dos canciones espléndidas, pero que se cerraban sobre sí mismas de manera asfíctica. El cinismo y el escepticismo parecían ahogar las posibilidades y el alcance de su música. Era necesario un esfuerzo por parte del oyente, una fe mayor de la que el propio Eef parecía tener, para adentrarse en el cancionero con el que el artista renegaba de su pesimismo y su incredulidad, para explorar con ligereza e ironía, pero también con ambición y temple, la muerte, el amor, la absurdidad grandiosa de la existencia.

Lentamente, con paciente parsimonia, el album despliega sus encantos. Habitamos siempre los terrenos de un folk rock vagamente lunático. La variedad de las percusiones dota de textura y riqueza las composiciones. La electricidad y la distorsión son administradas con sabiduría: las canciones se encienden a ráfagas, el control de la intensidad dramática es soberbio. Existe, sobre todo, una adecuación exquisita, una simbiosis casi, entre las composiciones de Eef, más o menos narrativas, más o menos líricas, y sus ropajes musicales. En la bellísima Apocalyptic Friend, por ejemplo, fondo y forma, historia y música, son prácticamente indiscernibles, necesariamente consonantes: sólo la riqueza de los arreglos, la interpretación de Eef, los coros y la estudiada distorsión hacen visible la deslumbrante belleza, épica, íntima, ligeramente irónica, de la pieza.

Se trata en el fondo de una idea conservadora: la adecuación estéticamente satisfactoria entre forma y contenido. Nada extraño, pues a pesar de su apariencia extravagante, de su gusto por lo sardónico, lo bizarro o lo decididamente ridículo, Eef Barzelay ha dado a luz un clásico inmediato, escrito con ingenio, producido con talento, cantado con maestría. Sí, cantado con maestría: poco tiene que ver la nasalidad de Eef, su seguramente imperfecta técnica vocal, con la maestría con la que exalta primero y quiebra después su voz para ensalzar unos versos aparentemente banales (“I wish I could go there right now / I wish I could touch you right now”) en la magistral True Freedom.

Nos acercamos poco a poco, con amargura casi, al final del album, y Eef parece haber perdido por el camino su coraza de cinismo e ironía. Las canciones han ido desnudándose al mismo tiempo, y las dos últimas piezas apenas sí precisan de la guitarra y la voz del artista para estremecer al oyente. Se hace el silencio y casi a capella, la acústica resonando a lo lejos, Eef susurra los últimos versos del disco: "death is just the moment / when the dying ends". Los repite, una vez, dos, y calla, como si temiera abrumarnos. Es tarde para eso: indeleble queda ya la huella de un cancionero espléndido, de una rara obra maestra.

06 febrero 2009

Tiempos pasados

Nuestros lectores más observadores habrán observado que, a la chita callando, hemos subido a Xanaz algunos de los posts de su difunto blog hermano. No todos, claro, sino aquellos que escapaban un poco de la pretendida inmediatez del proyecto. Párrafos que no valen gran cosa, pero que quizás tampoco merecían languidecer en ese limbo. Está bien, creo, tenerlos aquí, a modo de testimonio de un pasado paralelo.

De tiempos pasados espero escribir, por fin, este fin de semana. Había casi abandonado la idea de publicar uno o dos posts sobre los cambios en la estructura narrativa de Lost, sobre sus repercusiones sobre el significado y la trascendencia cultural de la serie: había olvidado lo que quería escribir y, sobre todo, no recordaba porque una vez había creído importante (importante... cielos, es un blog, esto!) o interesante escribir sobre ello.

Sin embargo, mi ración semanal de la serie, anodina rutina desde hace ya tiempo, recobró por una vez una vitalidad olvidada. Un retorno de la densidad, de la pregnancia del pasado: un abandono, momentáneo seguramente, de las formas desquiciadas de las dos últimas temporadas, de esa temporalidad simultánea, modificable y en el fondo irrelevante, en favor de un presente fugaz pero corposo, en el que resuenan poderosos, trágicos, los ecos del pasado. Difusamente a lo largo del episodio, de manera tangible durante una secuencia, Lost dejó de insistir literal y cansinamente en la idea del tiempo para hacernos sentir su huella devastadora.

03 febrero 2009




















Antía Moure. Yo también me acordaré de todos vosotros

02 febrero 2009

El síndrome Windows

Al mediodía, mientras ojeaba el periódico y escuchaba de fondo la tele, cogí un yoghurt. Trasteé con el ordenador, me levanté, abrí una encimera, la nevera, me senté de nuevo, me comí un yoghurt. Recogí los platos, los fregué y cuando volví a la mesa encontré abierto, entero, sin empezar, un (otro) yoghurt.

No sé ustedes, pero yo, en ocasiones, noto que la vida se me escapa por entre los resquicios del tiempo perdido. Sumo segundos malgastados en saltar de una pestaña a otra del navegador; no hablo siquiera del tiempo perdido en el navegador, sino de los intersticios, de esas fracciones aparentemente nimias, gestos mecánicos, vacíos de sentido. Aquí unos amigos, por lo de pronto, estamos preparando una demanda a Microsoft; en estos tiempos nunca se sabe lo que puede caer:
"(...) El sistema de ventanas abiertas simultáneamente ha provocado un cambio formidable en las habilidades personales. Se ha desarrollado, sobre todo entre los más jóvenes, una inaudita velocidad para cambiar de asunto. Se aumenta la adaptabilidad y capacidad de descodificar en pocos segundos los estímulos recibidos. Procesamos y reaccionamos ante la información a mayor velocidad. También ha mejorado la posibilidad de avanzar varias tareas en paralelo, la denominada multitarea (multitasking), una especie de pluriempleo de las neuronas. Asistimos a lo que podría denominarse horizontalización de la concentración. Es decir, abarcamos muchos más frentes.

Pero no hay mejora que no suponga una renuncia. "Quien mucho abarca, poco aprieta", dice el refranero. La tendencia a abrir más y más frentes simultáneos desemboca en una reducción de la capacidad de concentración. Más amplitud supone menos profundidad. Se pasa por la información de puntillas, quedándonos con lo esencial, sin ir a la esencia y causas primeras de las cosas.

La multitarea ha traído el denominado síndrome de las ventanas, que debe su nombre a las ventanas de Windows. Un síndrome que provoca ansiedad por abrir el máximo de canales de comunicación o áreas de trabajo posibles. Inconscientemente buscamos pasar menos tiempo en una tarea determinada y, si es posible, aumentar el número de frentes abiertos. Desacostumbrados a profundizar, buscamos sentirnos útiles aumentando el número de temas que abordamos de forma somera y superficial. Una persona ante un ordenador con una sola ventana abierta tiene la sensación de que está siendo poco eficiente, de que le faltan estímulos, de que permanece ociosa.

Investigaciones recientes han demostrado que la multitarea tiene un límite. Neurólogos, psicólogos y profesores de escuelas de negocios norteamericanas sugieren que deberíamos controlar el número de tareas que atendemos en paralelo. Jonathan B. Spira, analista jefe de Basex, una empresa de investigación sobre prácticas empresariales, estimó que en Estados Unidos el coste de las interrupciones debidas a la multitarea rondaba los 650.000 millones de dólares al año. Un coste calculado a través de la pérdida de productividad que supone el cambio constante de frentes a los que se presta atención."
Qué iba yo a decirles? Ah, sí: el texto completo aquí.

01 febrero 2009

La(s) ciudad(es) de Gabriele Basilico

"Al llegar a una nueva ciudad el visitante reencuentra un pasado suyo que había olvidado que tenía. La extrañeza de lo que ya no eres o de lo que ya no posees te espera en el umbral de los lugares ajenos y no poseídos."

Italo Calvino. Las Ciudades Invisibles.


Tranquilos, no pienso en retomar mi antiguo proyecto de traducir e ilustrar las deliciosas ciudades invisibles de Calvino, aunque el haberme encontrado estos días con una horrenda versión en castellano invitaría a ello. El caso es que hoy cierra la sección lucense de Photo Galicia, y parecía necesario lanzar un tardío y reiterativo aviso para navegantes. Si el año pasado tuvimos el placer de disfrutar una muestra del trabajo de Sylvia Plachy, la Fundación Caixa Galicia acogía esta vez las obras, quizás no tan deslumbrantes pero igualmente magnéticas y cargadas de sustancia, de Gabriele Basilico.

Basilico retrata ciudades desde hace treinta años. Lo hace a través de fotografías en blanco y negro, tomadas en ocasiones desde las calles, a menudo desde torres o azoteas. Sus imágenes son aparentemente frías, distanciadas: una constatación minuciosa, objetiva, de la expansión imparable, ordenada o caótica, del tejido urbano.

Con su profundidad de campo constante y sus encuadres que oscilan entre la asepsia y la perspectiva levemente desquiciada, Basilico difícilmente contribuye a facilitar la lectura, la comprensión espacial y semántica de esos monstruos a los que llamamos ciudades. Huye de los tópicos iconográficos, y muestra su predilección por la periferia de Estambul, Lisboa o Moscú, en vez de por esos centros ampliamente inmortalizados por postales de siete a un euro. Tampoco me atrevería afirmar, salvo en casos concretos, que Basilico manifieste particular simpatía por estos espacios fronterizos, mutantes, por estos no lugares ansiosos por una definición.




Si acaso, en sus mejores imágenes, Basilico logra captar la potencialidad implícita en la impersonalidad de los espacios. Sus fotografías ofrecen la posibilidad de habitar y reordenar la ciudad con la imaginación; su renuncia a apropiarse de las ciudades a través de la cámara permite que seamos nosotros los que las habitemos, nos invita a leer en sus formas torturadas nuestra propia historia, hace posible que proyectemos en las calles, azoteas y descampados nuestra propia retícula espacial, el modo único e irrepetible en que nuestra experiencia nos ha enseñado a interpretar y vivir lo urbano. Quizás por eso, en cada una de las ciudades de Gabriele Basilico cada uno reencuentra aquella su ciudad.