24 noviembre 2008

La neomodernidad, o un resquicio de esperanza

En nuestra ya clásica sección artículos que gracias a Dios publican los domingos, porque cualquier otro día de la semana lo pasaríamos por alto, les acercamos un texto leído en las páginas de opinión de El País. En él, el catedrático Fernando Vallespín conecta la crisis económica y la actualidad política estadounidense desde una óptica decididamente esperanzada/ora: un abandono de algunos de los valores individualistas posmodernos, una oportunidad para el retorno y renovamiento de las políticas igualitaras y la solidaridad social. El texto aquí, entre tanto unos fragmentos:

"Toda crisis, y ésta parece ser de las más profundas, introduce una importante cesura en el tiempo histórico. (...)Tengo para mí que la sociedad del futuro inmediato abandonará algunos de los rasgos más conspicuos de eso que hemos venido calificando como posmodernidad para volver a muchos de los de la anterior fase moderna sin que ello signifique un pleno retorno a ella.

El rasgo más marcado del cambio, ya lo estamos viendo, es el renovado protagonismo de la economía. Frente a la prioridad que en la anterior fase posmoderna acabó teniendo lo cultural -en un sentido lato-, se alza ahora lo económico como el factor central de la actividad humana. (...) La redistribución, la lucha contra la desigualdad, volverá a dominar el debate político después de haber sido durante décadas la gran cuestión olvidada. Regresarán los clásicos conflictos sociales con raíz de clase y es previsible imaginar una reverdecida presión para alcanzar una mayor equidad fiscal. (...) No deja de ser irónico que la elección de Obama, que representa un hito en las "luchas por el reconocimiento" posmodernas -de minorías étnicas en este caso-, acabe por significar la afirmación de políticas de igualdad frente a las de la "diferencia".

(...) Los clásicos valores densos de nuestra herencia moderna postergarán a los más ligeros -líquidos, en la jerga de Bauman- del "todo vale", la gratificación inmediata, el hiperconsumo, la autorrealización individual. No saldremos de eso que los sociólogos califican como "individualización", pero habrá una tendencia a moderar el individualismo y el privatismo radicalizado en aras de un mayor compromiso con los objetivos sociales generales. Todo ello en nombre del gran valor de la modernidad: el orden.(...)

Tanto la vuelta a los nuevos / antiguos valores densos como el protagonismo estatal ofrecerán una nueva oportunidad a las políticas de izquierdas.(...)Pero huérfanas de un claro sentido de la idea de progreso y en su énfasis por gestionar una política dirigida a evitar los grandes males -desempleo, pensiones, pérdida de competitividad- abandonarán gran parte de su dimensión utópica. Se tratará de izquierdas administradoras de la nueva escasez, un papel que ya hubieron de asumir en otros tiempos históricos.

(...) No es de excluir, sin embargo, una alternativa que recupere la esencia del ya conocido populismo de derechas, la tozuda vuelta al Estado de ley y orden alimentado por un nacionalismo revivido. Fronteras, xenofobia, reafirmación de las identidades nacionales. Sería la otra dimensión, mucho más siniestra, del conservacionismo rampante.(...)

Lo decisivo de esta vuelta a la modernidad que se atisba en el horizonte es el contenido de que vayamos a dotar a lo nuevo de la neomodernidad, la forma en la que seamos capaces de extraer las consecuencias oportunas de la experiencia histórica y la aprovechemos para innovar social y políticamente. Si se recupera la política el futuro estará siempre abierto."

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