18 noviembre 2008

Olivier Assayas, rescoldos de una retrospectiva

Pues sí. Probablemente hubiese sido más útil escribir un par de párrafos sobre la obra del cineasta y crítico francés Olivier Assayas antes de que la retrospectiva en Cineuropa comenzase a llegar a su fin. Dentro de un par de horas proyectan Desordre, su primer largometraje, y una de las tres últimas obras suyas que veremos en Santiago. Ya en este irregular pero estupendo debut podemos encontrar algunas de las constantes que acompañarán a Assayas durante veinte años de carrera: el gusto por la crónica generacional, por la voracidad narrativa, por la frescura y la libertad estilística y, al mismo tiempo, una irreprimible tendencia a la mitomanía, al fetichismo, a la cinefilia, herencia de su poco disimulado culto por la nouvelle vague. De hecho, Assayas trabajó como crítico cinematográfico en los Cahiers du cinema durante un lustro, es coautor de un interesante libro de entrevistas con Ingmar Bergman y dirigió el hermoso retrato de Hou Hsiao Hsien que pudimos ver en la retrospectiva.

Su principal referencia estilística e imaginaria es, decíamos, la vertiente más inmediata y accesible de la nueva ola francesa, entremezclada con estímulos que provienen tanto de autores cultos y exóticos como de cinematografías populares y de consumo. Assayas hereda la fe en una crónica sentimental y generacional desordenada, consciente de la imposibilidad y la inutilidad de entregar relatos perfectamente acabados en sí mismos: sus películas son por definición incompletas, abiertas, pequeñas, sugerentes. Al mismo tiempo, el director francés vuelca en sus obras su fascinación por todos aquellos elementos aparentemente banales que definen el pathos de una época: la moda, los ritos sociales, la música. Quizás sus mejores films son aquellos en los que se abandona sin pudor a las contradicciones inevitables entre la concreción narrativa y la ligereza de la puesta en escena y su afán icónico, su voluptuoso culto al capricho estético.

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