05 noviembre 2008

Sangre catódica

Entre pitos y flautas, ando bastante desconectado últimamente en lo que a series de televisión se refiere. Aparte del correspondiente chute semanal de veinte minutos, la única serie que sigo más o menos simultáneamente a su calendario de emisión (en EEUU, por supuesto; ah, qué también ponen series por la tele, esa tele?!) es la vampírico-sureña True Blood. Se trata del nuevo proyecto de Alan Ball, conocido por sus guiones para American Beauty y Six Feet Under, que por cierto tengo pendiente de recuperar en condiciones para ver si supero mi indiferencia inicial.

True Blood se sitúa un pequeño pueblo del Sur, en un futuro hipotético y no demasiado lejano marcado por la convivencia más o menos consolidada entre vampiros y humanos. Aún no he decidido si las muchas irregularidades de la serie se deben a su tono poco convencional y a su atrevida mezcla de géneros o si simplemente les ha salido así, irregular. Sigo viéndola, de momento, aunque sólo sea por esa magnífica ambientación en una América rural, zafia, poblada por un elenco de personajes secundarios admirable, que por momentos (también debido a esa subtrama criminal que revolotea por el fondo, quizás un poco demasiado por el fondo) nos trae Twin Peaks a la memoria.


Otra virtud indiscutible de la serie es la libertad con la que, sirviéndose de la trama vampírica, retrata impietosamente perversiones sexuales, prejuicios raciales, drogas existentes y por inventar y otras trasgresiones normalmente vetadas en la caja tonta. Si las diferentes piezas del retablo terminan por encajar se comprobará sólo con el tiempo, aunque intuyo que a la urgente y mordaz narrativa de Ball no termina de importarle demasiado. Y si no, siempre nos quedarán los magníficos títulos de crédito, que contienen por sí mismos más inteligencia y talento que una temporada entera de Aída, House o, sí [no-esa]M., Heroes.






Enlaces con una calidad bastante satisfactoria
aquí.

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